Desde
hace varios años ya venimos soportando la clase trabajadora todo tipo de
vejaciones laborales, sociales y personales por parte de aquellos que dicen
velar por nosotros. Muchos vivimos esperando el despertar del pueblo como única
salida a la pérdida de amor propio generalizado que está permitiendo que sea la
clase política quien viva con verdaderos privilegios a costa nuestra; No dejo
de gritar a los cuatro vientos que es la más pura y dura doctrina de shock la que se nos aplica
a diario y como verdaderos zombis deambulamos diariamente de casa al trabajo o
de casa a la calle buscándonos la vida incluso otros ya sin casa ni trabajo en
el mejor de los casos emigrando para subsistir.
Son
demasiados ya los compañeros y amigos reivindicativos, de los que morirán
luchando, los que se empeñan en pretender despertar al pueblo dormido a
pellizcos, con escritos criticando la falta de temperatura en sus corazones,
con avisos palpables de la realidad diaria que evidentemente ya no calan en una
sociedad paralizada, sin espíritu de lucha o bien que no han conocido malos
tiempos (al igual que yo) pero esperan que el tiempo deje todo como estaba.
Posibilidad totalmente irreal ya que seguimos perdiendo derechos a favor de la
clase parásita, la que nos coarta libertades para favorecer su estado de
bienestar particular a costa de nuestro trabajo.
No
comprendo que amigos cercanos en paro no sean capaces de apoyar movilizaciones
de las muchas que se convocan a diario, por internet, correos electrónicos etc.
Porque además es curioso, todos somos conscientes de lo que nos están quitando,
de la vida tan miserable que pretende el capital que llevemos, pero seguimos
inertes. (No pretendo despertar a nadie a pellizcos) Y gracias a nuestra apatía
nos están goleando, en un partido que tendrá una prórroga mañana, en el futuro
de nuestros hijos y ni aun así, por mucho que se oiga aquello de “con el pan de
mis hijos no van a jugar”, somos capaces de reaccionar. Se me viene a la mente
una frase muy recurrente; Acción, reacción, repercusión, pero no por lo que yo
espere de los demás, sino porque con la acción descarada de los mismos de ayer
ya debíamos haber tenido más de una reacción, que no llega suficientemente, con
una repercusión que nos debiera haber restaurado derechos, habiendo puesto de
patitas en la calle o en prisión a toda la casta política corrupta junto con
sus jefes capitalistas que ahogan nuestras vidas.
Vivimos
como nos dejan, no como queremos, y soy de una opinión no exclusiva que me dice
que cuanto más nos agachemos más se nos verá el culo. Al final nos acomodamos a
lo que nos dictan, ¡bien por ellos que lo están logrando! Y se oyen frases muy
tristes “yo gracias a dios tengo trabajo” (decía un jefe mío que el trabajo no
podía ser bueno porque los ricos no trabajaban) “a mí me enseñaron a trabajar”
(pues ya te podían haber enseñado a reivindicar también un poquito). Entre
otras muchas maravillosas frases que en el fondo denuestan sumisión pura y
dura, que sin querer hacemos calar en nuestros prójimos haciendo justo lo que
necesitan los del otro bando, allanándoles el terreno. Pues bien, la idea es
justo la contraria, se tiene trabajo porque es un derecho constitucional, se
debe tener trabajo para vivir, no vivir para trabajar, se nos debe enseñar a
luchar contra las injusticias, a saber decir NO cuantas veces sea necesario, a
rebelarnos cuando unos personajes olvidan que son nuestros sirvientes, no
nuestros dirigentes. Que no necesitamos que nos dirijan, ni que nos digan
cuantas cosas se nos prohíben o se hacen por nuestro bien, tampoco que decidan
por nosotros sin consultarnos, ni que se hagan leyes para blindar las
movilizaciones para protestar, que no queremos que la policía nos pegue más
mientras delincuentes sentenciados caminan por la calle escoltados, ya sean
violadores o de los “electos de corbata o chaqueta de pana según sus supuestas
tendencias políticas o sindicales”, que enteren de una vez que no somos ya…el
pueblo llano y ellos los senadores patricios que nos ven desde sus pedestales,
porque va siendo hora de que sean otros los que dejen de buscar en la basura
comida, de ser desahuciados, de vivir con poco más de cuatrocientos euros junto
con la paga de los abuelos, mientras nos dicen ver luz al final del túnel,
claro está que el nuestro apunta al lado oscuro.
En
definitiva, y para no extenderme más… estoy harto de estar harto. Despertemos o
durmamos el sueño de los justos.
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