jueves, 9 de enero de 2014

No pidas respeto, tú no respetas a nadie.


Hoy quiero compartir una de esas historias que me hacen hervir la sangre, de las que nadie con un poco de amor propio es capaz de digerir sin sufrir un amago de corte de digestión, en el fondo se lo debía a mi conciencia, y se lo debo a un compañero que fue quien me contó lo que le sucedió a su padre, un señor, conductor de autobús, de los que ha sacado adelante a su familia con el sudor de su frente, no con el sudor de el de enfrente como más de uno, dando muchos volantazos. Me contaba que su padre estaba próximo ya a la edad de jubilarse, antes sesenta y cinco años (que ya va bien leches), trabajando en una empresa pues casi media vida, le surge, como a cualquier hijo de vecino, un acontecimiento familiar de los que se aprovechan en cualquier familia para reunirse y disfrutar de la misma, una boda creo recordar, y decide pasar por las oficinas de la empresa para solicitar el día en cuestión argumentando los motivos, pues bien, el oficinista de turno, más cercano a la empresa que al respeto por sus semejantes y sobre todo a un señor que lleva ya muchos años peinando canas, le comenta que no es posible, que hay trabajo ese día y no tiene con quien cubrirlo, como es normal, intenta hacerle ver que es un día importante para la familia y que lo necesita. Pues bien, en uno de esos actos de prepotencia y desfachatez que sólo un pobre ser, desgraciado y que se cree alguien por poder otorgar descansos, apoya una mano dando palmaditas en el montón de currículos que se encontraban sobre  su mesa y le dice; “pues eso es lo que hay, y si no te viene bien…”.


Os puedo asegurar que semejante chulería hubiese encontrado una respuesta a la altura de las circunstancias, que es lo que se merece, de no haber dado con un padre de familia cansado ya de sufrir el látigo y los baches del camino.
A día de hoy seguimos encontrando caciques de medio pelo que se aprovechan de ésa mísera cuota de poder que les otorga su amo para fastidiar a sus semejantes, que además es algo que no me cansaré de repetir, señores, que todo aquel que vive asalariado no es más que otro pobre desgraciado que se tiene que levantar para conseguir  llevar a su casa un plato de lentejas, que venimos al mundo desnudos y no nos llevamos nada. Aun así y para tipejos como éste la única solución que hay es verlos cuando la tortilla da la vuelta, o cuando enferman y recuerdan el mal que han ido sembrando, porque es entonces cuando sus conciencias temerosas se retrotraen y piden ayuda, comprensión y ser tratados con dignidad, pero para ese entonces será demasiado tarde. Yo no puedo respetar a quien no tiene la clase suficiente, sea cual sea su nivel cultural o social, de tratar como un señor a un trabajador que ha cumplido siempre en su puesto, que está esperando ya la deseada y merecida jubilación, porque lo único que nos puede quedar cuando nos hacemos mayores, al menos, es haber conseguido el respeto de los que vienen por detrás. Considero una chabacanería amenazar sibilinamente a cualquier trabajador con darle su puesto de trabajo a cualquier otro si te quejas, tengas o no razón, me da igual, porque parece ser, como he dicho en otras ocasiones, que mucho criticar a dictadores del pasado y aquí todo el que puede se dedica a implantar el estado autoritario en su parcela aunque sus límites geográficos se resuman en una mesa y un folio tamaño A4.
¿Habremos evolucionado?, tal vez en algo de tecnología, pero de lo que no me caben dudas es que nos hemos retrotraído al imperio romano en relaciones humanas y que cuando nos llegue la hora del último asalto…que dios nos coja confesados.

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